Andrés conoce desde niño lo que es atravesar los escollos de la vida y hoy muestra que para conseguir los sueños, hay que perseguirlos. Es el mejor lanzador de bala del Continente en su categoría, entrena en el Polo Deportivo Kempes y ni la pandemia lo detuvo.
La charla fue pactada de antemano. Al llegar al Polo Deportivo Kempes, rodeando las canchas de tenis, en el extremo norte de la pista de atletismo, estaban Andrés Pinillos Pinto y su entrenador, Ignacio Ottino. Al ingresar, advierten que estaban finalizando el turno de lanzamientos, pero Ignacio rocía las manos de Andrés con desinfectante y realizan unas pruebas más para que el fotógrafo capte el momento: “Es tribunero”, dice entre risas el entrenador. Camina y observa la marca que dejó la bala en el césped: “Es el mejor lanzamiento de toda la mañana”, se voltea y ríe. Cruzan miradas.
Desde hace más de un mes, Andrés volvió a los entrenamientos en el círculo de lanzamiento de la pista de atletismo del Polo Deportivo Kempes. Cumpliendo estrictamente los protocolos, se nota en su expresión y en el entusiasmo que pone, todo lo que significa para un deportista volver a su verdadero “lugar en el mundo”. Y es que en el ambiente flota una sensación que mezcla la alegría, la satisfacción y el agradecimiento por volver a hacer lo que, según sus palabras “le abrió la cabeza”.
“Comencé a los 15 años cuando en la Agencia Córdoba Deportes buscaban atletas de talla baja. A través de un amigo y su madre, comencé a entrenar y hasta el día de hoy seguimos sin bajar los brazos. Al comienzo no conocía mucho el atletismo, pero el deporte logró abrirme la cabeza”, recuerda Pinillos Pinto. “Actualmente tengo el récord de las Américas en lanzamiento de bala que lo alcancé en Chaco, medalla de plata en los Parapanamericanos de Lima 2019 y récord nacional en jabalina, aunque mi especialidad siempre fue el lanzamiento de bala”, dice con una enorme humildad.
A pesar de que las competencias están detenidas por la situación actual a raíz del Covid-19, para este atleta, como para otros, la cuarentena no fue un impedimento para continuar los entrenamientos para mantenerse en el tope del deporte de alto rendimiento. Y su entrenador da fe de ello: en plena pandemia, decidió que harían tareas en doble turno. Aunque la agenda se alteró, el entusiasmo sigue intacto.
Como sabemos, la pandemia movilizó los sentimientos de las personas y las formas que cada uno tiene de pararse ante la vida, y Andrés no fue ajeno a ello: “El tema de la epidemia fue un clic en mi cabeza, me enseñó a valorar mucho todos los días venir acá a entrenar. Al círculo lo extrañaba mucho. Hace un mes y medio que estamos nuevamente trabajando y no sé qué hubiera pasado si no hubiera vuelto”.
Pero el peregrinar de este deportista tiene mucho más camino de lo que uno supone: la acondroplasia le planteó muchos desafíos en su vida, desde el reto por integrarse a una sociedad compleja en todas sus formas, hasta someterse a operaciones en las piernas y cuidados especiales, incluyendo subir cientos de escalones a diario para corregir posturas y evitar lesiones.
Desde los 15 años, cuando se incorporó al programa Córdoba Te Incluye, su mirada siempre estuvo puesta en el horizonte, en lo que puede llegar a ser, no en lo que es ni lo que fue; así entrenó duro, batió récords, tuvo alegrías y tristezas, conoció parte del mundo, tropezó y se puso de pie. Ahora se prepara para lo que sería su próxima gran empresa deportiva: los Juegos de Tokio 2021.
Toda experiencia deja sus enseñanzas, y él lo tiene asumido. Andrés es sinónimo de una sola palabra: pasión, un sentimiento que no tiene unidad de medida, pero que se expresa en el corazón y el compromiso que le pone a lo que hace, para ser cada vez mejor atleta.