El equipo de fútbol femenino, sub 14, que representa a Córdoba en las finales nacionales de los Juegos Evita es el Ipem 384 del paraje El Mirador, una escuela rural de Traslasierras.
Si de soñar se trata, estas niñas de la zona rural de Traslasierrras, lo han hecho y a lo grande. No habían salido nunca de su lugar de origen y, por las vueltas del destino y del deporte, llegaron a Mar del Plata.
Las diez alumnas del IPEM 384 nunca imaginaron que llegarían tan lejos: clasificaron en el “Córdoba Juega”, disputaron la etapa zonal en Mina Clavero, la regional en Cruz del Eje y hasta las finales provinciales de Embalse. Las ganaron a todas y se convirtieron en las representantes provinciales de estos Juegos Evita a nivel nacional.
Walter López es el entrenador y profesor de educación física de la escuelita rural que queda a 23 kilómetros de la zona del Cura Brochero. Es él quien relata: “A nuestra escuela vienen chicos de parajes cercanos como Los Morteritos, Panaholma y Santa Rosa. La mayoría vienen caminando, en bicicleta y otros se toman el colectivo en la ruta. Algunas de nuestras nenas no conocían más que 20 kilómetros a la redonda. Ya ir a Cruz del Eje les había parecido un viaje larguísimo, había sido un sueño. Luego, salir campeonas provinciales en Embalse fue la mayor emoción y, llegar acá, ni se lo imaginan”.
Las anécdotas del grupo son inacabables: “No conocían el mar, ni casi nada. Cuando teníamos un momento libre, luego de los partidos, paseamos un poco: fuimos al shopping y les llamaba la atención la escalera mecánica o el ascensor. Subían y bajaban, estaban felices”, cuenta Walter, que da clases en un descampado, dos veces por semana: “Queríamos jugar al vóley pero con el viento, se les iba la pelota y por eso terminamos haciendo fútbol”.
Ahora, volverán con sus medallas más que merecidas y, a su regreso, las esperan con una caravana para celebrar su hazaña deportiva.
Otra de las protagonistas es Noemí Finondo. Además de la profe de historia, es la preceptora del albergue de la escuela y un poco “mamá” de todas ellas. Mientras cuenta la historia de las chicas y la suya propia, sus ojos azules se ponen rojizos. Se emociona, las abraza, ellas la miran, una le pregunta: “Profe. ¿Porqué es salado el mar?”.
Noemí no puede ocultar su vocación: viajó desde Mina Clavero a Mar del Plata con un mapa para que sus chicas “tomen dimensión de hasta dónde habían llegado”.
Ella junto a sus alumnas vendieron tortas fritas y pan casero para poder comprar los conjuntos deportivos que lucen con la leyenda: El Mirador. “Al principio jugaban con sus ropitas y sus zapatillas. Yo veía que se sentían menos. Ahora, con sus conjuntos completos y toda esta experiencia las veo más seguras, charlan con otros chicos, cantan en el comedor. Esto les ha ayudado en su personalidad y en su desarrollo como personitas. Ellas tienen tan pocas posibilidades, que esta experiencia les abre la cabeza para siempre”, relata la profe Noe. Y remata: “Ni sé en qué puesto quedamos, pero nosotras nos vamos como campeonas”.
“No te pongas así, mirá hasta donde llegamos”, le dice “Patita” a otra de las chicas, luego de la derrota de hoy por 3 a 2 contra Entre Ríos. Se llama Verónica, pero le dicen Patita y voluntad le sobra: camina 20 kilómetros diarios para ir y volver de su casa a la escuela.
“Vamos caminando con mi hermano, salimos a las 5 de la mañana para llegar a las 7.30 a la escuela. A la vuelta tardamos más porque no tenemos que cumplir con el horario”, comenta Verónica, quien hace una pausa y vuelve a hablar: “La profe Noe puso un cartel en el colegio que dice: Si pudiste soñarlo, puedes hacerlo. Y acá estamos.”