El equipo de básquet femenino sub 17 de Quilino por primera vez logra pasar a la instancia provincial del Córdoba Juega y con ello, también es la primera vez que tienen representantes a nivel nacional.
Cuando ganaron el provincial del Córdoba Juega, las chicas de básquet de Quilino fueron recibidas con caravanas, bocinazos y bomberos, un combo de alegría por ser la primera vez que el pueblo tenía un equipo ganador del provincial en básquet.
Estar en los Evita es maravilloso: algunas chicas del equipo, ni siquiera conocían Córdoba capital, y muchas otras nunca habían salido más allá de los límites de la provincia. Del mar, ni hablar.
Viajaron a Mar del Plata como muchos: la ilusión intacta, las ganas de pasarla bien, y el teléfono a mano para llamar a sus casas por cualquier novedad. En Quilino, departamento Ischilín, se armó el equipo cómo se pudo, pero con garra y corazón, y según su entrenador, el básquet es el fuerte allí.
En su tercer partido, perdieron en un juego para el infarto. Cuando el marcador mostraba algo de más de 5 segundos de juego, sus rivales pusieron el marcador 34 iguales, y no quedó opción más que ir a tiempo suplementario. Después, finalmente perdieron contra Chubut, y las lágrimas se apoderaron del equipo. El partido se les fue de las manos.
A nadie le gusta perder, pero está claro que igualmente el objetivo está cumplido. Fueron y son las mejores de su categoría en la Provincia, y tienen el orgullo de haberla representado en un evento de la magnitud de los Evita. ¡No es poca cosa!
Seguramente el pueblo las recibirá como heroínas, porque por primera vez estuvieron a la altura de semejante evento. Y se lo merecen. Tiempo para ganar y perder hay de sobra en sus vidas, pero lo que ganaron y nadie se los quitará es experiencia deportiva, conocer otra gente, salir de su lugar para experimentar la competencia y poder mezclarse con los más de 20 mil jóvenes que están en Mar del Plata.
En los pueblos de nuestra Córdoba, todas las cosas tienen un sabor diferente. Como si el tiempo pasara más lento, hay tiempo para pensar, para sentir, y para darle el valor real a las pequeñas “grandes cosas”. Eso sucedió en Quilino, y eso las llevó hasta Mar del Plata. El almuerzo familiar del domingo no va a alcanzar para contar todo lo que pasó, pero ya estarán en su casa, con una experiencia que no van a olvidar nunca.