El equipo de natación adaptada que representa a Córdoba tuvo su primera participación en estos Juegos Evita. Sueños cumplidos y la alegría de estar en Mar del Plata.
El micro 14 llega antes de lo programado: los choferes vienen con un equipo de la Agencia Córdoba Deportes que tiene la misión de repartir las meriendas para que los chicos tengan sustento el resto del día. Además, el conjunto completo de Atletismo comienza su despliegue. Se abren las bodegas, bajan sillas de ruedas, implementos y bolsos. Los chicos descienden, forman un grupo y se van lentamente hacia la pista de Atletismo en aquel predio que dejaron los Panamericanos de 1995.
El transporte quedó completamente vacío, y mientras los profes corren con bolsas de comida que tienen que repartir a contrarreloj, el grupo de natación sale del agua para emprender el regreso.
Los choferes, presurosos, limpian el baño, despejan el piso inferior y acomodan los asientos: saben que los próximos pasajeros tienen dificultades motrices o son ciegos y dejan todo listo para que el regreso, de apenas 15 minutos, sea lo más cómodo posible.
Y entonces, llega el momento de la lección donde nos sentimos tan pequeños como la cabeza de un alfiler: entre risas, arengas y cantos, todos suben al segundo piso del micro, por esa escalera empinada y angosta. Los choferes cruzan miradas, ya entendieron todo.
Entre el grupo de chicos se encuentra Walter Soria, un joven de pocas palabras, que viene de ganar su carrera, orgulloso de su logro, junto a sus compañeros que tuvieron una excelente actuación en la única jornada de natación adaptada competitiva que tuvieron estos juegos.
Walter tiene 15 años y forma parte del equipo de natación de la Agencia Córdoba Deportes que desde hace años, promueve el Programa Córdoba Te Incluye. Desde los 9 realiza deportes. Comenzó jugando al fútbol para amputados, y ahora, es nadador.
“Durante un tiempo no lo vimos más por el Kempes, desapareció, pero después insistimos y lo volvimos a buscar a su casa, en Villa Urquiza. Nos costó, pero la insistencia tuvo sus frutos y acá está, en Mar del Plata”, dijo uno de los profesores mientras el chico llegaba al final del andarivel 7.
Él es el único de 5 hermanos que hace deporte, y mucho de eso tiene que ver con la insistencia de los profesores que, cuando Walter se distanció, no se dieron por vencidos y lo llevaron de nuevo al Kempes, casi de las pestañas, porque más allá de su futuro como deportista, entendieron que la natación era su oportunidad de integración y formación.
Walter cuenta que en Villa Urquiza, donde vive, juega al fútbol, y los miércoles entrena en el Estadio Kempes. “Responde bien, es bajo perfil y cuando se lo motiva se pone contento. Hace todo lo que le pedimos. A veces nada 700 metros por sesión, y si bien hace relativamente poco que está con nosotros nadando, mejora constantemente”, dice Constanza Quellet, su entrenadora.
Su mérito es enorme, porque es un joven más que tiene la oportunidad de sentirse útil y demostrar que en esta vida todo se puede. El de los profesores también, porque desde el anonimato, tienen la tarea de promover el aprendizaje, y ayudan a construir esos sueños que a veces parecen inalcanzables. Ellos son Constanza Quellet, Nicolás Ávila, Andrea Lattuca y Sofía Mobilia.
Para Walter el día fue perfecto: corrió, ganó y tuvo por primera vez la oportunidad de tocar la arena y ver el mar. Sus sentidos se agudizaron, la brisa y el sol le dieron un motivo más para seguir adelante. Un sueño más que se cumple, y seguramente, no será el último.